Dar clases todo el día es muy agotador, pero no deja de ser el trabajo más gratificante que pueda tener, hecho a mi medida...pasar los días de cháchara con l@s alumn@s, contándonos las penas y las alegrías entre puntada y puntada. Es una conexión ancestral difícil de explicar si no se experimenta.
Y entre tanta emoción sigo manteniendo la tienda abierta al público, a todo el que quiera pasar y regalarse algo hecho a cocción lenta, hecho con amor.
Y de tanta dedicación llega el momento de la recolección y desde hace un mes estoy en un local maravilloso muy cerca al anterior y donde cada cosa tiene su lugar.
Es así como la tienda vuelve a tener protagonismo y no se ve superada por la constante actividad del taller.
Además he tenido la suerte de que dos chicas encantadoras, Mariel y Estefanía, tuvieran que hacer su proyecto fin de curso de escaparatismo eligiendo mi nueva tienda para hacerlo y le han podido dedicar el cariño que yo a veces no puedo.
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